Nutrición cutánea – Dr. Manuel Lezaeta Acharán (del libro: La Medicina Natural al Alcance de Todos)
Así como no existe enfermo con buena digestión, tampoco hay enfermo con buen funcionamiento de su piel. Piel pálida y fría supone mucosas intestinales irritadas, afiebradas y congestionadas, vale decir, enfermas. A la inversa, piel caliente por buen riego sanguíneo, revela mucosas sanas en el aparato digestivo.
Como se ha dicho, nuestro cuerpo posee dos envolturas: la piel, que nos protege del ambiente que nos rodea, y la mucosa, que tapiza las cavidades interiores del organismo desde la boca, nariz, ojos y oídos, hasta el ano y vías génito-urinarias.
La piel y la mucosa son porosas, es decir, poseen innumerables agujeritos que se llaman poros.
Por medio de los poros de la piel el organismo absorbe sustancias útiles a su economía contenidas en el aire y energías atmosféricas y también expulsa materias perjudiciales a la vida orgánica, ya sea por la transpiración o por simple exhalación.
La piel como los pulmones y aparato digestivo, es a un tiempo órgano de nutrición y de eliminación. Desempeña funciones de segundo pulmón y de segundo riñón, siendo el sudor producto similar a la orina.
La momentánea paralización en el funcionamiento de la piel es causa de trastornos más o menos graves en el organismo, llegando hasta la muerte por intoxicación, como sucede en casos de quemaduras que destruyen gran parte de ella.
Nuestra piel está destinada a mantenerse en permanente contacto con la atmósfera, que es su medio adecuado como el agua para el pez, debilitándose su contitución y sus funciones cuando se enfunda el cuerpo con ropas adheridas a él.
El abrigo exagerado, como también la falta de entrada y renovación del aire sobre la piel por error de ajustar cuellos, mangas y calzones, retiene en la superficie de nuestro cuerpo emanaciones malsanas de su interior, las que son absorbidas por los poros, pasando a la sangre, que así nuevamente se carga de esas sustancias perjudiciales que perturban las funciones orgánicas y debilitan la potencia del organismo.
Es preciso, pues, desterrar camisetas y abrigos interiores, para cargar éstos por encima como se llevan manta o sobretodo amplio.
Por otra parte, el calor artificial que sobre la piel mantienen abrigos inadecuados, debilita el calor natural de la superficie del cuerpo por falta de estímulo nervioso para su producción. Este calor es resultado de la actividad funcional del organismo y ya sabemos que el mejor abrigo es incapaz de mantener la temperatura de un cadáver.
Además el exceso de abrigo, debilita la actividad de la piel y disminuye la circulación sanguínea en ella, encharcándose así la sangre al interior del cuerpo, con lo que se altera el trabajo normal de los órganos internos por congestión. Mientras la deficiente circulación sanguínea en la piel la incapacita para eliminar por los poros, la congestión de las entrañas origina fiebre interna, causa de putrefacciones intestinales que envenenan la sangre.
De aquí el afeminamiento de la piel por falta de conflicto térmico con el frío del ambiente atmosférico, es causa de la mayoría de las afecciones crónicas que consumen la vida de gran parte de los habitantes de las ciudades.
Tenemos pues, que la piel se debilita por exceso de abrigo tanto en los vestidos como en la cama, y también por vida sedentaria. A la inversa, la piel se fortifica entrando en diario conflicto con el frío del aire o del agua mediante ejercicios corporales.
Ya que no es posible realizar el ideal de andar desnudo, activemos momentáneamente cada día las funciones de nuestra piel despertando su actividad por conflicto con el aire fresco, el agua fría, la luz y el sol.
El debilitamiento funcional de la piel, incapacitando al organismo para expulsar materias morbosas por sus millones de poros, lleva a las mucosas del interior dichas sustancias extrañas, las que por su acción ácida e irritante producen inflamaciones y congestiones internas, causa de afecciones de los pulmones, estómago, intestinos, corazón, riñones, sistema nervioso y circulatorio, etc. Es así como los desarreglos digestivos se agravan y mantienen por debilitamiento de las funciones de la piel.
Se comprende, entonces, que para aliviar los órganos nobles de nuestro cuerpo, el camino más lógico y seguro es activar la piel, atrayendo a ella la congestión e impurezas de su interior, lo que se consigue estimulando la superficie del cuerpo por medio del frío, del aire o del agua para obtener reacciones térmicas. También el sol, el vapor y la tierra son agentes que actúan sobre la piel, derivando por lo poros las materias morbosas del interior del cuerpo.
Para mejorar, pues, y normalizar las funciones internas de nuestro organismo, es preciso activar la piel de acuerdo con el concepto de Priessnitz: “Las curas se hacen mejor por fuera que por dentro”.
El tónico más poderoso lo contituyen los baños fríos de aire, agua y también los de luz y sol. Personas de personalidad deprimida sienten nuevas fuerzas y vida activa saltando diariamente de la cama al despertar y, mejor en invierno que en verano, para exponer su cuerpo desnudo al aire libre y frío, aunque llueva o nieve. Con esta sencilla práctica disponemos del estimulante más eficaz para obligar al organismo a activar sus funciones debilitadas por desnutrición e intoxicación. El ambiente frío, actuando sobre las terminaciones nerviosas de la piel desnuda, obliga al cuerpo a defenderse del frío, produciendo mayor calor y llevando a la superficie la fiebre interna. Esta actividad defensiva del organismo activa el proceso vital, oxidando más intensamente los residuos inservibles y haciendo más enérgica y completa la circulación de la sangre en todo el cuerpo, con lo que se mejora la nutrición general y se activan las eliminaciones.
Los tónicos de botica y las inyecciones o sueros fortificantes (?), mediante los venenos que poseen, estimulan también al organismo, obligándolo a defenderse del tóxico, procurando su expulsión, cuya presencia en el cuerpo perjudica a éste. La mayor actividad que desarrolla la naturaleza del enfermo para defenderse del veneno, hace sentir a éste fuerzas nuevas que equivocadamente atribuye a virtudes de la droga o inyección. Desgraciadamente, el desengaño no se hace esperar, pues la reacción orgánica que se creyó salvadora, sólo fue un alivio fugaz, pasado el cual viene una postración mayor, pues el estimulante artificial, lejos de aumentar la fuerza vital, consume las reservas que la naturaleza posee de esta energía.
En cambio, el baño de aire frío, produciendo conflicto térmico en que la piel es asaltada por el frío del ambiente, obliga al organismo a entrar en una reacción general, oponiendo calor al frío. Análogo efecto produce el agua fría debidamente aplicada.
Ayudada con movimientos o ejercicios ginnásticos, esta reacción térmica del cuerpo se activará y prolongará la producción del calor animal, lo que equivale a fortificar la energía vital y favorecer la combustión de las impurezas acumuladas en el organismo por mala nutrición y deficientes eliminaciones.
A la inversa, de lo que sucede con las engañosas reacciones que producen los venenos de las drogas, vacunas, sueros, inyecciones, antibióticos y tónicos de botica, los que, sin aportar energías al organismo, sólo consumen sus reservas de fuerza vital, el baño de aire frío acumula en el cuerpo nuevos elementos de vida que, extraídos de la atmósfera, se absorben por los poros de la piel.
Las reacciones nerviosa y circulatoria que despierta en la piel el conflicto con el frío del aire o del agua, obligan al organismo a acelerar sus funciones, incorporando ávidamente por poros y por los pulmones energías atmosféricas y también el oxígeno destinado a aumentar la combustión interna de materias extrañas. Por otra parte, la mayor actividad circulatoria de la sangre lleva a los pulmones, piel, riñones e intestinos los productos morbosos para su expulsión del cuerpo. Por fin, la reacción de calor producida en la piel por el conflicto con el frío, atrae a la superficie del cuerpo, el calor malsano de su interior, descongestionando las entrañas. Desinflamando así el aparato digestivo, restasblecemos la temperatura normal, que es condición de buena digestión, desapareciendo la fiebre interna que produce putrefacciones intestinales, origen común de toda dolencia.
Vemos, pues, que el frío del aire o del agua, activando y normalizando las funciones orgánicas, curan por el calor que producen en la piel estos agentes debidamente aplicados.
Todo enfermo es un debilitado cuyo organismo trabaja flojamente, y en el conflicto con el frío tenemos el látigo que lo obligará a activar sus funciones y, por tanto, el cambio orgánico que es regeneración integral del cuerpo.
Hay gente que vive sustrayéndose a la acción del aire fresco, por temor al “resfriado”. Precisamente son las personas que temen al frío, las que viven en resfriado crónico. Con el aire encerrado en las habitaciones y con la escasa o nula ventilación de la piel, el organismo se recarga de impurezas. La sangre así impurificada significa enfermedad crónica y debilitamiento de las defensas. Aire puro y fresco tiene acción vivificante y estimulante de la fuerza vital, la que produce reacción defensiva y purificadora que se manifiesta en tos, espectoración, romadizo, fiebre curativa, catarro, etc. Error grave es sofocar por medio de venenos esta actividad defensiva del organismo.
La actividad funcional de la piel es, pues, fuente de salud y energía y de sus funcines depende la normalidad digestiva y pulmonar.
Una vez más, insistimos que para que haya salud es preciso que la actividad de la piel y mucosa sea armónica, mediante equilibrio de las temperaturas interna y externa del cuerpo. El debilitamiento de la piel recargará el trabajo de las mucosas, por donde buscarán salida las materias morbosas que la piel no pudo eliminar; además, la falta de calor natural en la superficie del cuerpo es causa de fiebre interna que origina putrefacciones intestinales. Una piel activada diariamente por conflicto con el frío del aire o del agua y tonificada por la luz y el sol, es prenda de digestiones normales, lo que equivale a sangre pura y circulación normal del fluído vital.
Así se explica que, mientras el habitante de las ciudades que vive abrigado y sin hacer ejercicio físico es víctima de resfriados y desarreglos digestivos crónicos, el habitante del campo, cuyo cuerpo semidesnudo está diariamente en conflicto con la atmósfera, no conozca mala digestiones, a pesar de consumir alimentos perjudiciales con bastantes aliños.
Terminamos insistiendo que la fiebre interna, causa de todo desarreglo digestivo y característica de todo enfermo, desaparece con la actividad de la piel que diariamente reacciona al aire fresco, al agua fría, a la luz y al sol, atrayendo al exterior el calor excesivo del interior del cuerpo.
Si quieres puedes ver los artículos sobre: LOS BAÑOS de AIRE- de LUZ y de SOL.
Esta anterior información en relación a la
activacion de la piel con el agua fría,la he
visto y la sígo viendo importante. Gracias.